Vigésima prima carta pastoral la dirige el Ilmo. y Rmo. Sr. Dr. D. Pedro Rafael González C. á todos los fieles de la Arquidioócesis con ocasión de su regreso de Roma [Folleto].

Nos, Dr. Pedro Rafael González C., por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Arzobispo de Quito, á nuestro Cabildo Metropolitano y venerable clero secular, al regular y á todos los fieles de nuestra Arquidiócesis; salud y gracia en Nuestro Señor Jesucristo. Venerables Hermanos y muy queridos Hijos: La voz del Sumo Pontífice nos llamaba á la Ciudad Eterna á tomar parte del Concilio Plenario Latino-americano, nos obligó á dejar nuestra amada grey el día 17 de abril del año próximo pasado, y Dios sabe, amados hijos en Jesucristo, que si por una parte la idea de ir á besar los pies del Padre Santo y retemplar nuestra alma dolorida, en el sepulcro de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, nos llenaba el corazón de purísimo gozo, por otra, el pensamiento de dejaros cuando os rodeaban tantas tribulaciones, nos martirizaba de día y de noche, desde el instante en que supimos que era forzoso partir.

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Bibliographic Details
Main Author: González Calisto, Pedro Rafael. Arzobispo
Format: other biblioteca
Language:spa
Published: Quito, Ecuador : Imprenta del Clero. 2016-04-04T15:38:37Z
Subjects:RELIGIÓN, CATOLICISMO, CARTA PASTORAL, CLERO, CRISTIANOS, ARQUIDIÓCESIS DE QUITO (ECUADOR), CONCILIOS ECUMÉNICOS,
Online Access:http://hdl.handle.net/10469/8189
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Description
Summary:Nos, Dr. Pedro Rafael González C., por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Arzobispo de Quito, á nuestro Cabildo Metropolitano y venerable clero secular, al regular y á todos los fieles de nuestra Arquidiócesis; salud y gracia en Nuestro Señor Jesucristo. Venerables Hermanos y muy queridos Hijos: La voz del Sumo Pontífice nos llamaba á la Ciudad Eterna á tomar parte del Concilio Plenario Latino-americano, nos obligó á dejar nuestra amada grey el día 17 de abril del año próximo pasado, y Dios sabe, amados hijos en Jesucristo, que si por una parte la idea de ir á besar los pies del Padre Santo y retemplar nuestra alma dolorida, en el sepulcro de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, nos llenaba el corazón de purísimo gozo, por otra, el pensamiento de dejaros cuando os rodeaban tantas tribulaciones, nos martirizaba de día y de noche, desde el instante en que supimos que era forzoso partir.