La crisis de la cultura católica, hoy

Es imposible negar que existió una “cultura católica” y, al mismo tiempo, negar que aparece contemporáneamente como “destruida”. Para comprender esta afirmación, debemos preguntarnos qué se entiende por “cultura” y qué por “cultura católica”. La palabra cultura (perteneciente al verbo latino colo, colere, cultivar) significa etimológicamente “cultivo”. La cultura es, ante todo, una labranza o laboreo. Es también el mejor resultado de ese esfuerzo conseguido a través del tiempo por los diferentes pueblos. Cultura, en su definición verbal-etimológica, es, pues, educación, formación, desarrollo o perfeccionamiento de las facultades intelectuales y morales del hombre; y en su reflejo objetivo, cultura es el mundo propio del hombre; el conjunto de maneras de pensar y de vivir, cultivadas, que suelen designarse con el nombre de civilización. La cultura deja de ser cultura cuando se aparta de la premisa fundamental que es la de propender a la elevación del espíritu del hombre, a su obligación de mejorar su condición y a su cometido principal que es honrar la vida humana, en todas sus dimensiones constitutivas. Así, nos enseña ya el Concilio Vaticano II en la Constitución pastoral Gaudium et Spes1 . Y el Evangelio es la más eminente forma de cultura porque integra todos los esfuerzos y posibilidades humanas para que el hombre vaya llegando a ser lo que está llamado a ser: icono, imagen de Dios. Y Jesucristo, que representa los más altos valores humanos, es el innegable patrimonio cultural de la humanidad. Esto implica una consecuencia vital: todos los católicos que, como tales, deben evangelizar, es decir, todos aquellos cristianos hoy denominados “agentes de evangelización”, debemos, en fidelidad al Evangelio y en perfecta comunión con el auténtico Magisterio de la Iglesia, cumplir nuestra misión decididamente y trasmitir luz, certezas, seguridad. Evitar, pues, todas las fórmulas equívocas o deletéreas; liberar el lenguaje de esas inexactitudes, tergiversaciones y maliciosos abusos que suelen hacerle los intereses disimulados, y aun descarados, de muchos sectores de la sociedad. La manipulación de las palabras se convierte en mentira porque oculta la verdad y es grave hipocresía. Por la historia de la cultura sabemos que los límites u horizontes del lenguaje, son los límites u horizontes del mundo.

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Bibliographic Details
Main Author: Verdera, Hugo Alberto
Other Authors: Pontificia Universidad Católica Argentina. Facultad de Filosofía y Letras ; Sociedad Tomista Argentina
Format: Documento de conferencia biblioteca
Language:spa
Published: 2017
Subjects:IGLESIA CATOLICA, RELIGION CATOLICA, CRISIS, CULTURA,
Online Access:https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/18596
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