Imago fémina : ensayo sobre fábulas de heterodesignación y textos de resistencia en las historietas

Fabular es imaginar, crear ficciones, relatos breves y potentes que siguen actuando después de ser relatados, reescritos, reencarnados. Es como si existiera en ellos un “continuará” implícito, algo que queda ahí después del último punto. En tanto ficciones, las fábulas narran un mundo posible y dan forma a deseos y temores. Las ficciones culturales sobre las mujeres, para Teresa de Lauretis, construyen una imagen de “la mujer” que actúa como “punto de fuga de las ficciones que nuestra cultura se cuenta sobre sí misma.” Sandra Gilbert y Susan Gubar han establecido en el estudio, ya clásico de crítica feminista, La loca en el desván, que existen dos imágenes poderosas con las que en la cultura occidental se representa a las mujeres: la madre abnegada, mujer pura que llega en las representaciones del cristianismo a perder la condición sexual en tanto virgen Madre y la mujer monstruosa, degenerada y pervertidora, que puede asociarse en el mito bíblico a Eva y aún más a su antecesora, la insumisa Lilith. Estas dos imágenes poderosas y antagónicas sobre “la mujer” condensan en gran medida el imaginario sociosexual de occidente y están presentes en variadas producciones culturales que actúan como discursos performativos de las sujetas históricas “mujeres”. Como producción de la industria cultural, el cómic femenino también puede ser considerado una fábula, pero esta definición presenta una similar dificultad a la que se enfrentó Virginia Woolf ante la conferencia que debía realizar sobre “Mujer y ficción”. La autora de Un cuarto propio afirma allí que, repensándola bien, la empresa no le parece tan sencilla, ya que: […] el tema las mujeres y la novela puede querer decir –y ustedes pueden querer que quiera decir- las mujeres y lo que parecen; o si no, las mujeres y las novelas que escriben; o tal vez las mujeres y las novelas que se escriben sobre ellas; o esas tres cosas inextricablemente mezcladas, y esto último puede ser lo que ustedes quieren que estudie. En principio, con las historietas, que es el nombre con el que llamamos a la secuencia de viñetas narrativas en Argentina, y las mujeres sucede algo similar: no sería lo mismo hablar de mujeres de historietas —en referencia a los personajes femeninos— que de mujeres en las historietas —más apropiado para hablar de las creadoras en el medio—. La abundancia de personajes femeninos que le ponen el cuerpo a fantasías y miedos masculinos y las escasas —pero en aumento desde los ochenta— intervenciones de mujeres en el medio caracterizan el campo y ofrecen un espacio interesante para la reflexión. Al inicio de la escritura de este ensayo el interés se centraba en las formas en que aparecían narradas las mujeres. Durante la escritura, y las reescrituras varias, hubo desplazamientos de esta primera pregunta en varias direcciones, y el texto —como la mayoría de los textos que se mueven y se discuten antes de quedar, momentáneamente, quietos en el papel— comenzó a mutar. El movimiento, análogo al que puede observarse en la historia de la crítica feminista, fue de las preguntas dirigidas a los textos sobre las formas de construcción de las mujeres en las historietas, a la relación entre el significante “mujer” y la experiencia socio histórica de las “mujeres”. Luego, las preguntas comenzaron a explorar las posibilidades de agencia de sujetas marcadas como mujeres en el campo cultural, y a indagar en las creadoras, en el por qué de su lugar marginal y qué decían ellas cuando hablamos desde y de nosotras. De ahí, indagar en la división sexual del trabajo o mejor —como propone Celia Amorós— en la división del trabajo en función del sexo y en la redistribución del capital económico y simbólico a partir de la generización de los sujetos fue un sendero guiado por las migas que fueron dejando otras teóricas feministas en el camino. Así, de la exploración de los discursos que ponen en circulación a una Otra desde una perspectiva androcéntrica, las preocupaciones teóricas derivaron en las posibilidades de construcción de la auto-representación, sus obstáculos y la necesidad política de un discurso que narre a las mujeres desde la percepción de las creadoras. Por lo que en el transcurso hubo que —necesariamente— resolver algunos interrogantes: La pregunta sobre qué dicen las representaciones de las mujeres se transformó en ¿se puede hablar de un “ser mujer”? Una pregunta que aún hoy sigue perturbando a los feminismos. Si ya no existe “La mujer” sino mujeres muy diferentes según dimensiones de género, clase, orientación sexual, raza/etnia, edad, religión, nacionalidad, si no hay una única forma de “ser mujer” ¿cómo seguir interrogando ese signo? Donna Haraway ha expresado al respecto: No existe nada en el hecho de ser “mujer” que una de manera natural a las mujeres. No existe incluso el estado de “ser” mujer, que, en sí mismo, es una categoría enormemente compleja construida dentro de contestados discursos científico-sexuales y de otras prácticas sociales. La conciencia de género, raza o clase es un logro forzado en nosotras por la terrible experiencia histórica de las realidades sociales contradictorias del patriarcado, del colonialismo y del capitalismo (...) Las feministas de cyborg tienen que decir que nosotras no queremos más matriz natural de unidad y que ninguna construcción es total. (Énfasis añadido) Como se puede observar en la cita, Haraway renuncia al esencialismo para comprender las identidades como construcciones precarias siempre inestables y en transformación. Aun así existe un nosotras —tan ficcional como real y necesario— para articular un discurso crítico sobre las formas de disputar poder. Más real que lo real, diría Castoriadis al referirse a las invenciones, esas significaciones imaginarias que instituyen sentido. En este recorrido, las historietas fueron, a lo mejor, una excusa: una especie de piedra de toque en la que poner a prueba algunas hipótesis, una especie de zona donde buscar puntos de apoyo para indagar en la construcción de las identidades marcadas por la diferencia sexual y los procesos de subjetivación, los discursos que operan como “tecnologías de género” y las posibilidades de resistencia o de construcciones alternativas a los discursos dominantes. Un espacio de indagación teórica que enlaza la escritura y la lectura con la resistencia, pero también con el placer. La lectura de las historietas —y su relectura a la luz de la teoría— permite poner en juego algunos conceptos y algunos autores en un terreno que tal vez no sea el que hayan elegido. El primer capítulo recrea una genealogía de autoras feministas críticas de la cultura heredada como Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Teresa de Lauretis, Giulia Colaizzi y Ana María Fernández. Algunas de ellas han desarrollado líneas de trabajo presentes en las obras de Michel Foucault, Cornelius Castoriadis y Stuart Hall a partir de una relectura feminista que ha conducido a diferentes aportes críticos para las ciencias sociales. Una línea dentro de la crítica cultural feminista que merece destacarse es la aportada por el feminismo lesbiano y posteriormente queer para la inteligibilidad de una cultura que no sólo es patriarcal, sino también heteronormativa. Así como el feminismo de la diferencia sexual cuestionó los postulados androcéntricos que el feminismo de la igualdad tenía implícitos al insistir en que la mujer podía ser como los varones, los feminismos lesbiano y queer cuestionaron el heterosexismo en el que derivaron algunos feminismos de la diferencia al mantener una matriz binaria que continuaba perpetrando la desigualdad. Entre las pensadoras que promovieron otra forma de pensar sexo, género(s) y sexualidad(es) por fuera de la matriz heterosexual los aportes de cuatro pensadoras resultaron fundamentales; los de la antropóloga Gayle Rubin, las poetas y ensayistas Monique Wittig y Adrienne Rich y la filósofa Judith Butler, quienes, con diferentes matices, han problematizado la heterosexualidad como régimen político que se impone como norma y que sanciona cualquier forma de disidencia. Las autoras y autores referenciados en su heterogeneidad tienen en común reflexionar sobre la cultura y el poder, el cuerpo y el lenguaje como construcción sociohistórica y como lucha no resuelta de antemano. Traerlos a escena pretende acudir a sus aportes y a las teorías a las que contribuyeron a construir como caja de herramientas a utilizar para entender cómo toda superficie discursiva puede ser entendida como un campo de batalla. El segundo y tercer capítulos podrían ser uno solo, pero dado que las palabras necesitan cierta secuencialidad y las ideas deben presentarse de forma más o menos ordenada, se exponen —de manera algo esquemática— los textos de heterodesignación y la producción de autores varones por un lado, y los textos de resistencia y las producciones de mujeres, por otro. Esto es —evidentemente— una simplificación que permite graficar algunos momentos de lucha en el campo historietístico pero que no pretende enraizar las formas de heterodesignación y resistencia en la diferencia sexual: hay textos de resistencia en autores como existen formas de reproducción acrítica en autoras y cada texto puede ser leído de forma resistente o acrítica. El esquematismo elimina esta complejidad y gana a fines expositivos, por lo que la aclaración vale: se trata de un artefacto teórico que permite pensar en algunas zonas obturadas pero es necesario insistir que lo interesante en las fábulas de heterodesignación y los textos de resistencia, es justamente la “y” que los une. En esa “y” se juega el campo de lucha por el poder de nominar, designar y dar sentido y adquiere dimensión una lectura feminista de los textos. En este sentido, hago propias las palabras de Teresa de Lauretis: Las estrategias de la escritura y de lectura son formas de resistencia cultural. No sólo pueden volver del revés los discursos dominantes (y mostrar que puede hacerse) para poner en evidencia su enunciación y su destinatario, para desenterrar las estratificaciones arqueológicas sobre las que han sido levantados; al afirmar la existencia histórica de las contradicciones, irreductibles para las mujeres, en el discurso, también desafían la teoría en sus propios términos, los términos de un espacio semiótico construido en el lenguaje, que basa su poder en la validación social y en las formas bien establecidas de enunciación y recepción. Tan bien establecidas que, paradójicamente, la única manera de situarse fuera de ese discurso es desplazarse una misma dentro de él –rechazar las preguntas tal y como vienen formuladas, o responder taimadamente, o incluso citar (pero en contra del sentido literal). Finalmente, a modo de epílogo el recorrido se cierra con un cuentito. La pretensión de incluir En el laberinto ha sido doble: por un lado, rescatar la crítica que Valérie Solanas hace al sistema patriarcal capitalista por su carácter androcéntrico y heterocentrado, para lo que es necesario dejar al margen una lectura literal del manifiesto SCUM y explorar en cambio una lectura resistente. Por otro lado, la puesta en página de una crítica a ciertos actores clave en la producción de designaciones sobre “la mujer” —la iglesia, los medios de comunicación, el arte, la ciencia— busca llevar a la práctica una intuición: la posibilidad de apropiación de un medio de producción de sentido como la historieta por su carácter democrático. El acceso a los medios de producción de sentido, a la posibilidad de producir un film, un programa de televisión, una columna diaria en un medio gráfico, es una barrera difícilmente franqueable por sujetos que se encuentran en una posición de subordinación. Para quienes estamos interesadas/os en producir contradiscursos que expresen nuevas formas de entender las relaciones entre sexo, géneros, deseos, sexualidades y poder, las posibilidades de poner en circulación nuevos discursos a partir de herramientas accesibles como lápiz, papel y conexión a Internet que brindan las historietas podría ser una vía a explorar entre las prácticas de cibermilitancia que no deberíamos pasar por alto. En todo caso, es una coda o bonus track de la tesina que pretende llevar a la práctica la necesidad teórica y política que se expresa en este ensayo: la búsqueda de que las mujeres tengan mayor incidencia en la producción cultural, a partir de la exploración de lecturas resistentes y producciones críticas. La disputa es por modificar posiciones que sitúan a las mujeres en el sitio de huéspedes ocasionales, rarezas, en una cultura que las acepta como modelos o inspiradoras, pero que les resta autoridad como creadoras. Contar una historia, poner la voz, elegir el tono, genera, como han planteado Susan Gubar y Sandra Gilbert (1998) una ansiedad de autoría en las mujeres. Con pocas mujeres como precursoras en las que encontrar una genealogía que brinde autoridad, guionar y dibujar se hace difícil, aún más para quien no es guionista ni dibujante de historietas. Por lo que el epílogo pretende ser, apenas, un gesto: el de apropiarse, por un instante, de los medios de producción de sentido casi de manera lúdica para contar una historia por el placer que produce narrar el mundo.

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Bibliographic Details
Main Author: Acevedo, Mariela Alejandra
Other Authors: Gutiérrez, María Alicia
Format: Tesis biblioteca
Language:spa
Published: Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales
Subjects:Feminismo, Historietas, Discurso, Identidad,
Online Access:http://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/1519
https://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/1519
https://repositorio.sociales.uba.ar/files/original/d02e54499b4d5f3d499c82bea84ea2aa.pdf
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