Un mundo invisible : mujeres indígenas, género, Tics

La imagen de la carátula es una elección absolutamente arbitraria. Forma parte del archivo de fotos de un Programa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) destinado a elaborar planes, medidas y acciones para el desarrollo de políticas públicas orientadas a comunidades y pueblos indígenas. La fotografía fue tomada en octubre de 2015, durante una visita de la Unidad Ejecutora del Programa a la comunidad guaraní Yriapú que habita en Puerto Iguazú, provincia de Misiones, y muestra la imagen del cacique de la comunidad, a su izquierda se encuentran su mujer y una de sus hijas, haciendo los coros. No es casual que quien canta, y a su vez es portavoz principal durante el acto, sea un hombre. Como tampoco es casual, que quienes deban colocarse a la izquierda dos pasos atrás del hombre, sean “sus” mujeres. Esta imagen resumen de alguna manera el disparador de esta investigación y trasluce algunas de las diferencias centrales que presenta el entramado de formas de organización social de los pueblos indígenas, en especial, de las mujeres indígenas, con respecto de las mujeres no indígenas. Al respecto nos preguntamos: ¿Cuál era el contexto en Argentina hacia 2015 en clave de género? Instalado el movimiento feminista local en ese año, a partir del cual, miles de mujeres se manifestaron en las calles contra la violencia de género, la inequidad frente a los hombres, la falta de oportunidades de las mujeres en determinados ámbitos –laborales, académicos, públicos– y sobre todo, la cuenta desoladora de femicidios, sentaron las bases en nuestro país de un reclamo que comenzó a vislumbrar las primeras luces de un cambio profundo que aún hoy está en pleno desarrollo y expansión. Sabemos que en Argentina este movimiento generó y genera en la sociedad nuevas manifestaciones que van tomando cada día más relevancia. El 3 de junio de 2015, se realizó en nuestro país la primera marcha del movimiento denominado NI UNA MENOS, a partir de ese día, se puede marcar en el calendario una fecha donde comenzó a instalarse en la opinión pública, un debate sobre las estructuras desiguales de poder existentes entre hombres y mujeres. Este movimiento emergente, que se replicó en muchos otros países de Latinoamérica (Uruguay, Bolivia, Perú, Ecuador, entre otros), fue un importante disparador para dar visibilización a la brecha de género existente entre hombres y mujeres en nuestra sociedad. Cada una de las cuestiones puestas en juego merece un capítulo aparte, pero no es nuestro objetivo revisarlas de manera exclusiva. Pretendemos contextualizar nuestro análisis en un tiempo y espacio determinados, que hoy se encuentran atravesados por la cuestión de género. Pensar los fenómenos sociales en dicha clave, exige que pensemos en cada una de las mujeres que habitan el territorio sin excepción. Aunque, sin excepción, resulta casi una utopía. A medida que avanzamos en la investigación encontramos que de la población indígena que vive en nuestro territorio, lo que representa 2,4%6 del total, 473.958 son mujeres. ¿Cómo interpela el movimiento NI UNA MENOS a este grupo de mujeres indígenas? “A nivel nacional, los movimientos NI UNA MENOS, no tienen ningún impacto, prácticamente no conocen el movimiento, solo aquellas que tienen acceso a los medios llegan a conocerlo o escuchar algo al respecto, pero la cuestión es que tampoco son convocadas”, afirma Margarita Abapillo. Como parte de nuestro desempeño laboral en el Estado Nacional, el cual nos ha permitido estar cerca de proyectos y programas destinados a servir como insumo para la elaboración de políticas públicas, hemos advertido que en nuestro país habita un colectivo de mujeres que aún no forman parte de los avances de este movimiento antes mencionado. En otras palabras, mujeres que aún no son atravesadas por el proceso de deconstrucción que hoy llevan adelante miles y miles de argentinas: las mujeres indígenas. Muy poco se conoce sobre sus prácticas, hábitos y costumbres. La vida cotidiana de las mujeres indígenas ocurre, en términos generales, por fuera del espacio público, entendido como el lugar discursivo, dinámico, donde se juegan y disputan constelaciones de sentido, intereses y poder. Es decir, donde se visibilizan conflictos y contradicciones desde una perspectiva política (Caletti, 2006). Porque queda claro que esta problemática, entre muchas posibles formas de abordaje, es fundamentalmente política. Si bien la invisibilidad es común a todos los integrantes de las comunidades indígenas, sin distinción de género, en el caso de las mujeres, a la invisibilidad general se le suma la que existe dentro de las mismas comunidades. Al mismo tiempo, varios factores intervienen profundizando la brecha existente entre hombres y mujeres dentro de una misma comunidad —cultural, socioeconómica, educacional, entre otros—. Los modos de organización de los pueblos indígenas y comunidades de Argentina muestran una marcada diferencia según el género para la distribución de sus actividades. Allí cada miembro de las comunidades vive enmarcado en lo que ellos mismos denominan el buen vivir, o vivir bien. El buen vivir es una cosmovisión ancestral que describe una íntima relación y una manera de vincularse con el territorio que habitan. Intenta recuperar la vivencia de cada pueblo, es renovar sus conciencias colectivas y poder sostenerlas en el tiempo. “Se trata de reconstruir el sentido de la vida y la ética que ordenaban la existencia de las comunidades y no de pronunciar un discurso puramente romántico” (Cortez y Wagner, 2013). Las nuevas constituciones de Bolivia (2007) y Ecuador (2008) han incorporado el concepto del buen vivir o sumak kawsay. Este concepto cobra mucha relevancia a la hora de identificar las actividades y su distribución entre hombres y mujeres. “El territorio, más que un concepto o una definición, es una realidad actual e histórica que se encuentra estrechamente relacionada con la vida de los Pueblos Originarios. La concepción de territorio considera la diversidad cultural que existe al interior de cada pueblo y comunidad, ellos se definen con el entorno y desarrollan su cultura en esa interacción. Cada uno de ellos le imprime a su territorio un significado propio, de acuerdo a sus formas de vida, costumbres, prácticas ancestrales, creencias y relación con la naturaleza (...) Entienden a su territorio en un sentido integral, no sólo como un espacio físico, sino que involucra a todos los fenómenos de la cultura y prácticas ancestrales que emanan del mismo. Es considerado como el origen de su existencia, su historia, su identidad, su cultura y sus relaciones sociales”. (Bello, 2004). Por ello es que esta investigación parte desde una perspectiva estructuralista de los fenómenos sociales, dado que no busca analizarlos desde la postulación teórica de un individuo dual de cuerpo y alma (mente) (Durkheim, 1914), sino a partir de analizar y reflexionar cómo las formaciones sociales reproducen sus condiciones de producción, es decir, las fuerzas productivas y sus relaciones de producción existentes, en ese proceso generando, constituyendo, anclando formas particulares de subjetividad como fenómeno ideológico (Althusser, 1988). Asimismo, el concepto de habitus de la teoría social de Bourdieu nos permite aprehender el modo de construcción de esta cosmovisión a la que hacen referencia los miembros de los pueblos indígenas. De esta manera, el habitus concebido como el principio generador de las prácticas sociales permite explicar las relaciones entre los sujetos históricos situados en el espacio social, por un lado, y las estructuras que los han formado como tales, es el espacio donde se objetivan las prácticas culturales. El habitus se entiende así como un conocimiento incorporado, hecho cuerpo, adherido a los esquemas mentales más profundos, con los que las personas guían la mayor parte de sus prácticas sin necesidad de racionalizarlas, pero adecuadas a un fin racional. Desde sus primeras definiciones, el habitus se explica a partir del concepto de disposición: “El término disposición parece particularmente apropiado para expresar todo lo que recubre el concepto de habitus (definido como sistema de disposiciones): en efecto, expresa ante todo el resultado de una acción organizadora que reviste, por lo mismo, un sentido muy próximo al de términos como estructura; además designa una manera de ser, una propensión o una inclinación” (Bourdieu, 1999). A partir de esas nociones pretendemos analizar cómo está construido el sistema de disposiciones que opera el concepto de cosmovisión bajo el cual, miles de hombres y mujeres ven organizadas sus vidas en la cultura indígena. Ello sin desconocer, al mismo tiempo, que existen procesos y estrategias de hibridación cultural permanente (García Canclini, 2013), con aspectos positivos y negativos que deben ser problematizados, entre una cultura dominante “occidentalizada” y la cosmovisión de los pueblos indígenas, junto con su impacto particular sobre las mujeres indígenas. Por otro lado, al analizar los aparatos ideológicos del Estado (AIE) como el escolar, aquellos de información (medios masivos de comunicación) y el familiar, entre algunos ejemplos, es otra metodología analítica de abordar el problema antes mencionado: cómo ciertas instituciones tanto públicas como privadas, que funcionan mayoritariamente mediante ideología, a diferencia de los aparatos represivos del Estado (ARE) que lo hacen a través de coerción, coadyuvan en el proceso de reproducir una ideología dominante que busca perpetuar las condiciones de producción de la superestructura (Althusser, 1988). Los AIE son el espacio y el medio por el cual se hace posible esa dominación ideológica de la ideología dominante, que bien plantea Pêcheux como un proceso conflictivo, que no es total, sino que presenta resistencias y además posee contradicciones inherentes (Karczmarczyk, 2014). Partimos desde la concepción que el Estado debe ser un garante del derecho a la comunicación “...entendido como el derecho a existir en un mundo cada vez más interrelacionado por las comunicaciones, en el que la lucha por la visibilidad va de la mano de la lucha por la supervivencia.” (Loreti y Lozano, 2012). Complementariamente, en el contexto actual, mencionan los autores: “...aparecen grandes conglomerados de empresas periodísticas, pequeñas empresas, autores de grafitis, periodistas, hombres y mujeres de sus casas, sindicatos, trabajadores individuales, repartidores de panfletos, empresas de música, expositores de pinturas, empresas de cine, radios comunitarias, radios indígenas, emprendedores de sitios de Internet, manifestantes públicos y otros muchos actores sociales en un listado que puede ser inagotable. Abandonados a su suerte, todos estos actores pueden satisfacer muchos objetivos, pero no, quizás, los más críticos para una sociedad en un momento determinado. Por eso, el interés público, como principio rector de la regulación de los medios de comunicación, debe centrarse sobre todo en su contribución potencial a la gobernabilidad, el fortalecimiento de las instituciones democráticas y el desarrollo económico y social” (Loreti y Lozano, 2012). A partir de la distinción entre los AIE y los ARE, nos interesa especialmente, dar cuenta cómo se vinculan los pueblos indígenas con las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC). Sus principales modos de uso y si existe una modalidad diferencial según el género. En virtud de poder plantear una hipótesis inicial consideramos que existen marcadas diferencias en los modos de acceder y participar en los medios de comunicación y las tecnologías de información entre los hombres y las mujeres indígenas. Desprendiendo los ejes de investigación de la hipótesis antes mencionada, es uno de los objetivos de este trabajo dar cuenta qué elementos están reproduciendo y/o ocultando estos accesos y usos diferentes. Asimismo, nos interesa abordar si el desarrollo de políticas públicas orientadas a brindar programas educativos y de capacitación puede funcionar como bisagra en el acercamiento de las mujeres indígenas y su inserción al espacio público. Para finalizar, desde una perspectiva teórico-metodológica, es menester aclarar la absoluta falta de estadísticas vinculadas a pueblos indígenas, máxime cuando se traza un clivaje de género. Esta ausencia de datos cuantitativos impide sustentar este trabajo con tal rigor, y condiciona su formato, sentando las bases adecuadas para realizar una reflexión analítica más cercana al ensayo.

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Bibliographic Details
Main Authors: Rial Ubago, Nicolás, Bizzozero, Natalia
Other Authors: Alén, Luis
Format: Tesis biblioteca
Language:spa
Published: Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales
Subjects:Mujeres, Rol de la mujer, Pueblos indígenas, Feminismo, Desigualdad de género, Medios de comunicación de masas, Derecho a la información, Libertad de palabra,
Online Access:https://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/1143
https://repositorio.sociales.uba.ar/files/original/33a74eb50f4a562e92e563124db80bb0.pdf
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