Geopolítica, migración y crisis humanitaria en las relaciones entre Estados Unidos, México y Centroamérica en el siglo XXI

En América Latina persiste una agenda tradicional de amenazas a la seguridad que ahora convive con las amenazas emergentes durante las dos primeras décadas del siglo XXI. En la agenda tradicional de la geopolítica hemisférica siguen presentes algunos conflictos fronterizos por delimitación de fronteras, básicamente marítimas y por los cauces inestables de los ríos, además de estar pendientes reclamos territoriales. En el caso de México, existen asuntos territoriales no resueltos con Estados Unidos, Guatemala y Belice, pero que no derivan en tensiones importantes y se resuelven por la vía diplomática. Asimismo, encontramos diferendos territoriales entre Guatemala y Belice; Guatemala y Honduras; Honduras y Belice; Honduras y Nicaragua; Honduras y El Salvador; Costa Rica y Nicaragua; Colombia y Ecuador; Colombia y Venezuela; República Dominicana y Venezuela; Guyana y Venezuela; Bolivia y Chile; Chile y Perú; Argentina y Uruguay; Argentina y Gran Bretaña, y Estados Unidos y Cuba. Muchos de ellos están presentes en el área geopolítica y geoeconómica de Centroamérica y el Gran Caribe. La mayoría de estos diferendos se dirime por la vía del establecimiento de medidas de confianza mutua y en tribunales internacionales, por lo que los escenarios de tensión militar entre vecinos son una excepción. Sobresale que los dos países más grandes de América Latina, México y Brasil, no tienen conflictos fronterizos importantes con sus vecinos, lo que significa un hecho positivo para la solución pacífica de las controversias. Sin embargo, son las llamadas “amenazas emergentes” las que representan focos de tensión entre los países. Estas conviven con la nueva agenda global de riesgos y peligros a la estabilidad internacional y regional, como la migración masiva y las nuevas crisis humanitarias, además de la nueva dimensión que adquieren el terrorismo internacional y el crimen organizado, fenómenos que se han potencializado con la globalización. En el presente ensayo se va a tener presente el reordenamiento geopolítico en las regiones de América del Norte y Central; posteriormente, se analizarán las dos variables fundamentales para entender las múltiples crisis humanitarias y geopolíticas que hoy viven dichas regiones. Reconociendo que la migración y el narcotráfico son producto de economías débiles y gobiernos con baja capacidad de lograr la gobernabilidad, nosotros rechazamos la idea de que estamos ante “Estados fallidos”. La hipótesis principal se desprende de que, en los países de América Central, principalmente en los del llamado Triángulo Norte, no se lograron construir gobiernos sólidos en el nuevo contexto democrático después de las guerras civiles de los años ochenta del siglo XX. En el nivel de la gobernabilidad, la desmilitarización de los países de América Central en los años noventa y los primeros del siglo XXI no fue acompañada de reformas exitosas para lograr la seguridad pública. Las economías de los países centroamericanos, a pesar de que tienen tasas de crecimiento similares o superiores a las de México, y en algunos años superiores incluso a las de Estados Unidos, no dirigen sus esfuerzos de inversión a sectores productivos que impacten en el nivel de empleo de la población de más bajos ingresos. Esto ha generado dos procesos. El primero es que amplios sectores de la población emigran para tratar de encontrar empleos mejor remunerados, y el segundo es que son gobiernos rebasados por el crimen organizado, a pesar de los esfuerzos para detener este fenómeno. Finalmente, en este trabajo se va a tomar en cuenta el caso de El Salvador como un país paradigmático de economía en crecimiento, pero sin solución de problemas estructurales de pobreza. Es claro que, en el continente, desde Canadá hasta la Patagonia, se registran cambios profundos en la ideología de los gobiernos. Esto afecta, por ejemplo, los intentos por construir alternativas multinacionales institucionales que surgieron en la primera década del siglo XXI, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el Consejo Sudamericano de Defensa y el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), que intentaron crear opciones a la acción de organismos como la Organización de los Estados Americanos (OEA). La diplomacia se acopló a las tendencias ideológicas y políticas de los gobiernos en turno, surgiendo nuevos polos de poder. En el caso del CELAG, por ejemplo, se ubica conceptualmente la resolución estructural del problema de la seguridad, en la búsqueda de estrategias para impulsar la prosperidad. El bloque diplomático alba se desmembra poco a poco, por su vínculo directo con el gobierno de Nicolás Maduro y su incapacidad para continuar impulsando políticas petroleras de asistencia a un conglomerado de países, como sucedió durante la primera década del siglo, cuando Venezuela, durante el gobierno de Hugo Chávez (1999-2013), fue favorecida por los elevados precios del petróleo en el nivel internacional. A medida que han bajado los precios del petróleo tiene lugar la descomposición acelerada del gobierno de Venezuela, provocando una gran crisis humanitaria que coloca en condición de refugiada en zonas de frontera a casi 10% de la población de ese país. Como factores adicionales que en los últimos 20 años han afectado los niveles de vida de los grupos vulnerables en los países de América Central, están los conflictos armados como factor que limitó los esfuerzos de los gobiernos por la demanda de gastos militares en detrimento de los gastos sociales; las catástrofes naturales de alto impacto, como el huracán Mitch en 1998, el terremoto de El Salvador en 2001, y los efectos de las sequías y la inseguridad alimentaria que derivan de ellas, por ejemplo, el fenómeno del Niño en 2015. De igual manera, influyen notoriamente las políticas migratorias impuestas en distintos momentos en Estados Unidos, por ejemplo, la Immigration Reform and Control Act (IRCA), promulgada en 1986, que se usó para legalizar permanentemente a tres millones de personas y, posteriormente, las leyes para limitar y regularizar el ingreso de personas. Esto no ha logrado impedir que la población centroamericana siga buscando dirigirse a Estados Unidos, pues entre los migrantes centroamericanos, principalmente los salvadoreños, guatemaltecos y hondureños, 82% tiene familiares que viven en ese país, por lo que recurren al tejido de redes sociales y familiares. En los últimos años se vivieron fenómenos humanitarios dramáticos. El primero de ellos fue la migración de menores “no acompañados” en 2014, calculados en más de 60 000, que se hospedaron en refugios en las ciudades de frontera con México en el sur de Texas. Posteriormente, desde octubre de 2018, coincidiendo con la cercanía de las elecciones congresionales en Estados Unidos, apareció el fenómeno de las llamadas caravanas de migrantes desde Honduras, a las que se agregaron salvadoreños y guatemaltecos en la ruta hacia el norte, para presionar a gobiernos y organismos internacionales dada la masividad del nuevo flujo, que incluyó grandes contingentes de familias enteras.

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Bibliographic Details
Main Author: Benítez Manaut, Raúl autor
Format: Texto biblioteca
Language:spa
Subjects:Geopolítica, Migración, Crisis humanitaria, Crimen organizado, Política pública, Fronteras, Artfrosur,
Online Access:https://www.centrogeo.org.mx/archivo/archivo-comunicacion/comunicacion-libros/231-mexico-frente-a-centroamerica/file
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