José Noriega, El destino del eros. Perspectivas de moral sexual, Madrid, Palabra, 2005, 302 pp.
“La sexualidad promete mucho, pero cosecha poco”. Promete un mundo de felicidad en la unión con el otro, pero uno nunca encuentra del todo en ella lo que esperaba hallar. ¿Podemos entonces seguir creyendo en el amor? Sí, en la medida en que rehuimos a la tentación de reducir la experiencia sexual a la genitalidad, y nos hacemos cargo de su carácter de misterio: la sexualidad nos invita a descubrir la verdad del amor, el llamado a construir una comunión. Como enseña Juan Pablo II en su magisterio sobre el amor humano, para responder a esta cuestión, que escapa a una conceptualización inmediata y directa, debemos situarnos en la misma experiencia del amor, para descubrir su profundidad humana y teologal. Ello implica, por un lado, colocarse en la perspectiva del sujeto que actúa, intentando comprender el proceso de construcción de la acción; y por otro lado, poner de manifiesto la vinculación entre la sexualidad y el misterio de Dios, como su horizonte último. La primera parte del libro, “La vocación al amor: sexualidad y felicidad”, procura comprender el sentido de la sexualidad humana, a través de un análisis fenomenológico. La experiencia humana del amor, se refiere al hecho primario del impacto de la realidad en el sujeto, a partir del cual se suscita la acción como respuesta (cap. I). Se trata de una “experiencia originaria” en la cual nuestra razón busca descubrir, más allá de la particularidad de aquélla, su vinculación con el sentido de la vida. Este significado no puede ser meramente empírico o emotivo, como tampoco puede reducirse a una relación subjeto-objeto. La realidad que me impacta no es “algo” sino “alguien”...
Main Author: | |
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Format: | Reseña libro biblioteca |
Language: | spa |
Published: |
Pontificia Universidad Católica Argentina. Facultad de Teología
2008
|
Subjects: | RESEÑAS, MORAL SEXUAL, |
Online Access: | https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/18009 |
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Summary: | “La sexualidad promete mucho,
pero cosecha poco”. Promete
un mundo de felicidad en la unión
con el otro, pero uno nunca encuentra
del todo en ella lo que esperaba
hallar. ¿Podemos entonces
seguir creyendo en el amor? Sí, en
la medida en que rehuimos a la
tentación de reducir la experiencia
sexual a la genitalidad, y nos hacemos
cargo de su carácter de misterio:
la sexualidad nos invita a descubrir
la verdad del amor, el llamado
a construir una comunión.
Como enseña Juan Pablo II en
su magisterio sobre el amor humano,
para responder a esta cuestión,
que escapa a una conceptualización
inmediata y directa, debemos situarnos
en la misma experiencia del
amor, para descubrir su profundidad
humana y teologal. Ello implica,
por un lado, colocarse en la perspectiva
del sujeto que actúa, intentando
comprender el proceso de construcción
de la acción; y por otro lado,
poner de manifiesto la vinculación
entre la sexualidad y el misterio de
Dios, como su horizonte último.
La primera parte del libro,
“La vocación al amor: sexualidad
y felicidad”, procura comprender
el sentido de la sexualidad humana,
a través de un análisis fenomenológico.
La experiencia humana
del amor, se refiere al hecho primario
del impacto de la realidad en
el sujeto, a partir del cual se suscita
la acción como respuesta (cap.
I). Se trata de una “experiencia originaria”
en la cual nuestra razón
busca descubrir, más allá de la particularidad
de aquélla, su vinculación
con el sentido de la vida. Este
significado no puede ser meramente
empírico o emotivo, como
tampoco puede reducirse a una relación
subjeto-objeto. La realidad
que me impacta no es “algo” sino
“alguien”... |
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