Josef Pieper y la acedia : la causa afectiva de ciertas deformaciones intelectuales

Es llamativo cómo Pieper en la introducción a su obra Las virtudes fundamentales intenta destacar la misteriosa conexión entre la salud psíquica y la santidad. La integridad de la persona humana, la armonía, aún en el plano de la vida psíquica natural, está en la misma línea de una existencia orientada al fin último de la vida humana: Dios. Ello es claro para el prudente. De modo que un adecuado conocimiento del hombre no puede renunciar a la consideración de su auténtico fin. Como contrapartida de esto, el olvido o la renuncia a este fin, sólo pueden derivar en una deformación, teórica y práctica, de la verdadera vida humana. Nadie duda de que nuestra época se caracteriza por un acentuado interés por el hombre, una paradójica confusión sobre su naturaleza y un rechazo a Dios como autor y fuente de su felicidad. Entre los méritos que podemos adjudicarle a Pieper es el ayudarnos a considerar la conexión que existe entre estos hechos. Inspirado en Santo Tomás de Aquino y en la doctrina clásica, sus reflexiones nos permiten comprender hasta qué punto ciertas deformaciones intelectuales, sobre todo las que se refieren a la imagen que el hombre tiene de sí mismo, suelen tener una causa afectiva: la tristeza por el bien divino. En una época en que se culpa solamente a la inteligencia y se sobrevalora lo afectivo no es inútil meditar sobre ello...

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Bibliographic Details
Main Author: Schell, Patricia Elena
Format: Artículo biblioteca
Language:spa
Published: Pontificia Universidad Católica Argentina. Facultad de Filosofía y Letras 2004
Subjects:Pieper, Josef, 1904-1997, FILOSOFIA CONTEMPORANEA, ACEDIA,
Online Access:https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/12336
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Description
Summary:Es llamativo cómo Pieper en la introducción a su obra Las virtudes fundamentales intenta destacar la misteriosa conexión entre la salud psíquica y la santidad. La integridad de la persona humana, la armonía, aún en el plano de la vida psíquica natural, está en la misma línea de una existencia orientada al fin último de la vida humana: Dios. Ello es claro para el prudente. De modo que un adecuado conocimiento del hombre no puede renunciar a la consideración de su auténtico fin. Como contrapartida de esto, el olvido o la renuncia a este fin, sólo pueden derivar en una deformación, teórica y práctica, de la verdadera vida humana. Nadie duda de que nuestra época se caracteriza por un acentuado interés por el hombre, una paradójica confusión sobre su naturaleza y un rechazo a Dios como autor y fuente de su felicidad. Entre los méritos que podemos adjudicarle a Pieper es el ayudarnos a considerar la conexión que existe entre estos hechos. Inspirado en Santo Tomás de Aquino y en la doctrina clásica, sus reflexiones nos permiten comprender hasta qué punto ciertas deformaciones intelectuales, sobre todo las que se refieren a la imagen que el hombre tiene de sí mismo, suelen tener una causa afectiva: la tristeza por el bien divino. En una época en que se culpa solamente a la inteligencia y se sobrevalora lo afectivo no es inútil meditar sobre ello...