“Soñar no cuesta nada” : la representación de la comunidad judeoargentina a través de las viñetas de León Poch en revista La Luz (1967–1981)

En la presente tesina analizaremos la construcción de la imagen de la comunidad judeoargentina a través de las viñetas humorísticas de León Poch publicadas en la sección “Soñar no cuesta nada”, de la revista La Luz, entre el 15 de diciembre de 1967 y el 8 de mayo de 1981. La Luz se editó en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, entre 1931 y 2015. De frecuencia quincenal, esta publicación se identificaba con un sector minoritario de la comunidad judía local, el sefaradí. Según estima David Elnecavé, “Vico”, uno de sus directores y nieto de su homónimo fundador, La Luz contaba en los años ´70 con “unos 25 mil lectores”. Para comprender cuál era el lectorado al que se dirigía, debemos diferenciar las dos corrientes inmigratorias judías que arribaron a la Argentina, con fuerza, a partir de la década del ´80 del siglo XIX: la sefaradí y la ashkenazí. Según Feierstein (2006) la primera llegó al país por sus propios medios desde regiones en donde se les permitía ejercer libremente su culto y tradición. El primer grupo organizado de inmigrantes judíos a la Argentina fue ashkenazí. Arribó al puerto de Buenos Aires, el 14 de agosto de 1889 (Mirelman, 1988), a bordo del vapor “Weser”4. De acuerdo con Mirelman, dicho suceso “marcó un punto decisivo para el judaísmo argentino”, dado que se constituyó en uno de los principales antecedentes de la creación de la Jewish Colonization Association (JCA) por parte del barón Maurice de Hirsch en 1891 (Mirelman. Op. Cit: introducción II). Los sefaradíes descienden de los judíos que, expulsados de España en 1492, recalaron principalmente en países árabes del Mediterráneo y el Medio Oriente y mantuvieron un acervo cultural ligado al idioma de Cervantes; el iudesmo, ladino o judeoespañol, es su lengua identitaria junto con el árabe. Los primeros inmigrantes sefaradíes arribaron a la República Argentina durante las últimas dos décadas del siglo XIX, procedentes de Marruecos, Siria y Turquía, en ese orden. Para 1930 la comunidad sefaradí argentina se había posicionado como una de las cinco más grandes del mundo, junto con las de Israel, Francia, Estados Unidos e Inglaterra (Id: 110). Respecto de los ashkenazíes, Feierstein (Id: 109) distingue los siguientes patrones de inmigración: a) el del judío de Europa occidental, alsaciano y francés (1860–1885), ligado a empresas profesionales y pequeños bancos, en busca de libertad religiosa; b) el judío del Este europeo, protagonista de la segunda ola inmigratoria (1889–1905), la tercera (1905– 1921) y la cuarta (1921–1930), que “Huía de la opresión zarista, vino sin dinero pero con habilidades artesanales, fabriles y comerciales. Buscaba oportunidades económicas y libertad política”; c) el judío alemán (a partir de 1930), que huía de la persecución nazi y contaba con “algunos medios adecuados de subsistencia o preparación profesional.” (Id: 109). Feierstein (Id.) resume la inmigración judía a la Argentina (sefaradí y ashkenazí) en tres grandes “olas”, de acuerdo a los países o regiones de procedencia: 1) 1889–1914 (Rusia, Rumania y Turquía); 2) 1918–1933 (Polonia, Rumania, Hungría, Checoslovaquia, Marruecos y Siria); 3) 1933–1960 (Alemania, Europa oriental e Italia). En su arribo a la Argentina los ashkenazíes –aproximadamente el 85% de la totalidad de los recién arribados (Feierstein, 2007:137)– llevaron consigo al idish, una lengua diaspórica, que llegó a contar con 11 millones de hablantes en el mundo y que tras la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y la consolidación del hebreo como idioma oficial del nuevo Estado de Israel, actualmente es hablado por medio millón de personas (Universidad de Rutgers, 2019). En 1894 los ashkenazíes comenzaron a organizarse como comunidad – inicialmente junto con sectores sefaradíes– a través de la Jevrá Kedushá o Kedishe, institución que tuvo como función principal la gestión de los entierros según los rituales judíos. En 1941, debido a la Ley de Mutualidades sancionada ese año, la Jevrá Kedishe comenzó a denominarse Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). En 1949 adoptó el nombre de Comunidad Ashkenazi de Buenos Aires (Rubel, 1998). Para Dujovne, “esto significaba que, a semejanza del modelo de organización de Europa Oriental, pasaba a ser el centro aglutinante y rector de la vida de los judíos porteños. Para eso se proponía, entre otras cosas, extender las funciones que ya cumplía y ampliar el ámbito de sus tareas religiosas y culturales” (Dujovne, A., 2014: 266). Los ashkenazíes, el sector mayoritario dentro de la comunidad judeoargentina, crearon diarios, literatura, tango y teatro en idish; así como también decenas de clubes sociales y deportivos, entre otras expresiones culturales. Según Moisés Korin, La Luz venía a dar voz a esa minoría que no hablaba el idish y sí el castellano: “[La Luz] era para público que no entendía el idish: los sefaradíes de habla castellana, ya que muchos sefaradíes eran de habla árabe, no sabían bien el ladino. Era [para judíos] que llegaban de Egipto, Turquía... Y para los que habían nacido en Argentina y su idioma ya no era el idish” (entrevista del autor). Muchos de los judíos ashkenazíes llegados a la Argentina participaron activamente de la vida política y obrera del país, durante la primera mitad del siglo XX. Senkman (2006:105) señala que “los anarquistas judíos rusos que arriban a Buenos Aires no antes de 1905 fueron militantes representativos del fenómeno transnacional que fue la inmigración judía de Europa oriental hacia el área Atlántica de principios de siglo XX”. Hubo judíos que militaron en el anarquismo, el socialismo y el comunismo, algunas de las ideas predominantes en la Europa oriental de esa época. A partir de la matanza stalinista de 1952 la Delegación de Asociaciones Israelitas de la República Argentina (DAIA) exigió al Idisher Cultur Farband9 (ICUF) –movimiento israelita asociado al comunismo– que condenara estos hechos. Ante la negativa, el brazo político de la comunidad judeoargentina expulsó al ICUF y, por ende éste dejó de percibir los subsidios para sus cinco escuelas (en donde prevalecía la enseñanza del idish) por parte de la AMIA. A partir de ese momento el Vaad Hajinuj (Consejo de Educación de la comunidad judía) le otorgó subsidios sólo a escuelas en las que primaba la enseñanza del hebreo, el idioma oficial del naciente Estado de Israel. Los icufistas sostenían que el pedido de condena a la URSS era una “pantalla ideológica” y que el verdadero fin que perseguían los “reaccionarios sionistas” era quitarle alumnado a las escuelas progresistas (Visacovsky, op. cit. 108). Visacovsky enmarca la expulsión de las escuelas icufistas (progresistas) del Vaad Hajinuj dentro de “la campaña internacional contra el ‘antisemitismo soviético’, lanzada entre 1952 y 1953, la utilización de fondos para financiar la guerra en Oriente Medio y la alianza del Gobierno de Israel con Estados Unidos.” (Id.: 23 y 108).

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Bibliographic Details
Main Author: Scherman, Sebastian Pedro
Other Authors: Eseverri, Máximo
Format: Tesis biblioteca
Language:spa
Published: Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales
Subjects:Religión, Judaísmo, Comunidades, Periodismo, Dictadura,
Online Access:https://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/1149
https://repositorio.sociales.uba.ar/files/original/d594fc611bac7e8ee33a062c0ea97b5b.pdf
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