Ver en la oscuridad. Poéticas de la ceguera según Rimbaud y Borges

Resumen: La visión extraordinaria no se presenta, ni en Borges ni en Rimbaud, bajo las figuras tópicas del vidente o del ciego. Ambos escritores construyen muy sutilmente un mundo donde no predominan la ceguera o la videncia sino, por vía traslaticia, los imaginarios de la oscuridad, del crepúsculo, de la luz sobreabundante. En este orden visual intervenido, los ojos presentan por demás rasgos extraños: hay ojos minerales, ojos de animal, ojos cerrados, ojos en estado de dislocación. Estas figuras marcan la agudeza visual y al mismo tiempo, paradójicamente, la vulneran: la opacidad, la materia, el progresivo desgaste de objetos vagamente oculares prefiguran la desaparición ulterior de lo visto, como si el desarreglo originario de los ojos, esencial en la percepción de lo desconocido, llevara en sí el principio de su propio agotamiento. Esta duplicidad de las figuras legitima a su vez narrativamente el advenimiento y el final de la visión.

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Bibliographic Details
Main Author: Cámpora, Magdalena
Format: Artículo biblioteca
Language:spa
Published: Pontificia Universidad Católica Argentina. Facultad de Filosofía y Letras 2007
Subjects:RIMBAUD, ARTHUR, 1854-1891, BORGES, JORGE LUIS, 1899-1986, CEGUERA,
Online Access:https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/17146
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Description
Summary:Resumen: La visión extraordinaria no se presenta, ni en Borges ni en Rimbaud, bajo las figuras tópicas del vidente o del ciego. Ambos escritores construyen muy sutilmente un mundo donde no predominan la ceguera o la videncia sino, por vía traslaticia, los imaginarios de la oscuridad, del crepúsculo, de la luz sobreabundante. En este orden visual intervenido, los ojos presentan por demás rasgos extraños: hay ojos minerales, ojos de animal, ojos cerrados, ojos en estado de dislocación. Estas figuras marcan la agudeza visual y al mismo tiempo, paradójicamente, la vulneran: la opacidad, la materia, el progresivo desgaste de objetos vagamente oculares prefiguran la desaparición ulterior de lo visto, como si el desarreglo originario de los ojos, esencial en la percepción de lo desconocido, llevara en sí el principio de su propio agotamiento. Esta duplicidad de las figuras legitima a su vez narrativamente el advenimiento y el final de la visión.