Esencia y destino de la modernidad en Hegel
Resumen: Antes de adentrarnos en el análisis de lo que entiende Hegel como mundo moderno o tiempo moderno, es preciso que nos preguntemos acerca del motivo de nuestra búsqueda. ¿Por qué Hegel y no algún otro autor, como Kant, Jacobi o Fichte? ¿Qué importancia puede tener para nosotros hoy dilucidar el modo como Hegel interpretó la modernidad? ¿ Qué podemos aprender de su mensaje? En su libro El discurso filosófico de la modernidad Jürgen Habermas observa algo que a una mirada superficial pudiera ser un detalle accidental: Hegel es el primer autor que hace una suerte de reflexión de la modernidad sobre sí misma'. No fue el primero en tener una conciencia de modernidad: tenemos ejemplos significativos en páginas famosas de Bacon o de Descartes. Sin embargo estos protagonistas de la filosofía moderna no podían todavía ofrecer un balance reflexivo de la misma. Para ello se necesitaba alguien que viviera una época en la que la modernidad filosófica hubiera llegado a su madurez, de una manera que le permitiera volver reflexivamente sobre sí misma para hacer un balance de sus logros y de su significado. Y era necesario que ese pensador, al comprender cuanto había sucedido en la era moderna, apuntara a un posible futuro. Hegel tiene esas condiciones. Vive una época en la que la filosofía y la sociedad moderna han realizado ya algunas de sus experiencias más importantes y han formado escuelas y orientaciones divergentes, cuyos frutos han aflorado en formas culturales y políticas determinadas. Vive también la conciencia de que algo está por terminar y que se avecina un mundo «posterior» a la modernidad, cuyos contornos todavía no se dejan entrever con toda certeza. Desde un punto de vista teorético, además, tiene Hegel al menos dos temas que lo habilitan de un modo muy efectivo para realizar una tarea reflexiva respecto de la modernidad. El primero de ellos consiste en haber relacionado íntimamente lo especulativo ontológico con una visión integral de la historia temporal: este punto de vista le permite apreciar los acontecimientos históricos no como algo caduco y efímero, sino como realizaciones de la Idea'. Por lo tanto, los tiempos nuevos son vistos como generadores de un devenir que, por así decirlo, afecta la vida del Espíritu: tomar conciencia de lo que ha sucedido en la modernidad implica un significado especulativo y práctico a la vez; enseña algo sobre lo que ha hecho y lo que queda por hacer al Espíritu en su devenir mundano. El otro tema es que Hegel ha sido un innovador en el modo de entender la historia de la filosofía: ha introducido periodizaciones y visiones comprehensivas, ha interpretado los autores y escuelas con una mente no meramente erudita, sino vuelta al significado de los avances de las doctrinas filosóficas en relación con la historia del mundo real. Por lo cual está en condiciones de entender qué ha sucedido con el período moderno de la filosofía y de la historia cultural de occidente. Por los motivos mencionados no es exagerado ni abusivo decir que Hegel ha sido tal vez el primer autor que, desde su punto de vista, ha vislumbrado, siquiera vagamente, que el mundo moderno era una etapa de tránsito a alguna otra era'. No lo ha hecho, naturalmente, en el mismo sentido que Nietzsche ni que ninguno de los autores que han planteado explícitamente el sentido de la postmodernidad. Pero hoy, cuando esta pregunta se ha vuelto mucho más explícita para nosotros, no es algo carente de interés tratar de ver el diagnóstico que hizo Hegel de la modernidad. Como veremos, el futuro al que él apuntaba no ha coincidido con la experiencia que vivimos ahora en los tiempos postmodernos. En general, puede decirse —y la exposición que seguirá inmediatamente así lo demuestra— que Hegel interpretó el mundo moderno como una división interna en la vida del Espíritu, destinada a obrar una superior reconciliación totalizadora. Hoy constatamos que el sentido de la fragmentación, en lugar de ser superado por un movimiento dialéctico unificante, se ha por el contrario acentuado. Podemos, por lo tanto, aprender del diagnóstico hegeliano para comprender mejor nuestra propia realidad, aunque la proyección-de-futuro elaborada por Hegel esté muy lejos de haberse cumplido.
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Pontificia Universidad Católica Argentina. Facultad de Filosofía y Letras
2001
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Resumen: Antes de adentrarnos en el análisis de lo que entiende Hegel como
mundo moderno o tiempo moderno, es preciso que nos preguntemos acerca
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autor, como Kant, Jacobi o Fichte? ¿Qué importancia puede tener para
nosotros hoy dilucidar el modo como Hegel interpretó la modernidad?
¿ Qué podemos aprender de su mensaje?
En su libro El discurso filosófico de la modernidad Jürgen Habermas
observa algo que a una mirada superficial pudiera ser un detalle accidental:
Hegel es el primer autor que hace una suerte de reflexión de la
modernidad sobre sí misma'. No fue el primero en tener una conciencia
de modernidad: tenemos ejemplos significativos en páginas famosas de
Bacon o de Descartes. Sin embargo estos protagonistas de la filosofía
moderna no podían todavía ofrecer un balance reflexivo de la misma.
Para ello se necesitaba alguien que viviera una época en la que la modernidad
filosófica hubiera llegado a su madurez, de una manera que le
permitiera volver reflexivamente sobre sí misma para hacer un balance
de sus logros y de su significado. Y era necesario que ese pensador, al
comprender cuanto había sucedido en la era moderna, apuntara a un
posible futuro. Hegel tiene esas condiciones. Vive una época en la que
la filosofía y la sociedad moderna han realizado ya algunas de sus experiencias
más importantes y han formado escuelas y orientaciones divergentes,
cuyos frutos han aflorado en formas culturales y políticas determinadas.
Vive también la conciencia de que algo está por terminar y
que se avecina un mundo «posterior» a la modernidad, cuyos contornos
todavía no se dejan entrever con toda certeza. Desde un punto de
vista teorético, además, tiene Hegel al menos dos temas que lo habilitan
de un modo muy efectivo para realizar una tarea reflexiva respecto de la modernidad. El primero de ellos consiste en haber relacionado íntimamente
lo especulativo ontológico con una visión integral de la historia
temporal: este punto de vista le permite apreciar los acontecimientos
históricos no como algo caduco y efímero, sino como realizaciones de
la Idea'. Por lo tanto, los tiempos nuevos son vistos como generadores
de un devenir que, por así decirlo, afecta la vida del Espíritu: tomar
conciencia de lo que ha sucedido en la modernidad implica un significado
especulativo y práctico a la vez; enseña algo sobre lo que ha hecho y
lo que queda por hacer al Espíritu en su devenir mundano.
El otro tema es que Hegel ha sido un innovador en el modo de entender
la historia de la filosofía: ha introducido periodizaciones y visiones
comprehensivas, ha interpretado los autores y escuelas con una
mente no meramente erudita, sino vuelta al significado de los avances
de las doctrinas filosóficas en relación con la historia del mundo real.
Por lo cual está en condiciones de entender qué ha sucedido con el período
moderno de la filosofía y de la historia cultural de occidente. Por
los motivos mencionados no es exagerado ni abusivo decir que Hegel
ha sido tal vez el primer autor que, desde su punto de vista, ha vislumbrado,
siquiera vagamente, que el mundo moderno era una etapa de
tránsito a alguna otra era'. No lo ha hecho, naturalmente, en el mismo
sentido que Nietzsche ni que ninguno de los autores que han planteado
explícitamente el sentido de la postmodernidad. Pero hoy, cuando esta
pregunta se ha vuelto mucho más explícita para nosotros, no es algo carente
de interés tratar de ver el diagnóstico que hizo Hegel de la modernidad.
Como veremos, el futuro al que él apuntaba no ha coincidido
con la experiencia que vivimos ahora en los tiempos postmodernos. En
general, puede decirse —y la exposición que seguirá inmediatamente así
lo demuestra— que Hegel interpretó el mundo moderno como una división
interna en la vida del Espíritu, destinada a obrar una superior reconciliación
totalizadora. Hoy constatamos que el sentido de la fragmentación,
en lugar de ser superado por un movimiento dialéctico unificante,
se ha por el contrario acentuado. Podemos, por lo tanto, aprender
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